jueves, 26 de diciembre de 2024 00:33 www.gentedigital.es
Gente blogs

Gente Blogs

Blog de Javier Memba

El insolidario

"Un asunto tenebroso" de Honoré de Balzac

Archivado en: Cuaderno de lecturas, sobre "Un asunto tenebroso", de Honoré de Balzac

imagen

            Hace algunos meses, un reconocido traductor de francés -quien por otro lado merece todos mis respetos- afirmaba que Un asunto tenebroso (1841), Ilusiones perdidas (1843) y Esplendores y miserias de las cortesanas (1847) deberían editarse juntas para que el lector pudiera descubrir en un sólo volumen el genio de Balzac. No comparto esa opinión. Recién leído Un asunto tenebroso no creo que esté a la altura de la grandeza de Ilusiones perdidas y Esplendores y miserias... A mi juicio, ese lugar en el volumen introductorio debería ocuparlo Eugenia Grandet (1834) o El tío Goriot (1835). Coincido con Carlos Pujol, cuyo Balzac y la Comedia Humana (1974) sigue siendo mi principal guía en el universo del novelista, cuando escribe sobre Un asunto tenebroso: "tal vez no sea una de sus obras más perfectas y acabadas, pero sí tiene una variedad de facetas tan bien trabajadas que merece toda nuestra atención" (Op. cit. pág 299).

            Acaso sea la presencia de Corentin, el intrigante agente de policía que detuviera a Lucien de Rubempré en Esplendores y miserias... -y en menor medida de Rastignac, que es uno de los que asisten a la explicación del asunto al cabo de los años en el salón de la princesa de Cadignan- el único nexo de unión que haya entre esta obra menor y aquella obra maestra.

            Las proverbiales, por exhaustivas, descripciones del maestro, esas que hacen que se le considere más realista que la realidad -porque en la vida real, a no ser que tengamos un especial interés en ello, nunca nos fijamos ni en el atuendo de las personas con las que tratamos ni en la decoración de las estancias que nos reciben con el escrúpulo que lo hace Balzac-, aquí alcanzan el paroxismo. Tan es así que el primer capítulo ocupa cien páginas de una narración que sólo tiene doscientas dieciocho. Esa desproporción en el conjunto del relato es lo primero que me ha llamado la atención.

            Estamos en Troyes, un municipio de Champaña. Corre el año 1803 y aún persisten los temores y recelos del Reinado del Terror. Lo que se nos cuenta en ese primer capítulo es el intento de detención por parte de Corentin de los gemelos Simeuse -Pablo María y Mariano Pablo-, nobles emigrados pertenecientes al ejército de Condé. Se les sabe vueltos a su casa tras participar en las guerras revolucionarias francesas y haber estado implicados en una conjura contra Napoleón.

            Puesto a ello, Corentin se presenta en la residencia del senador Malin, conde de Grondeville. Ocupa el senador la antigua propiedad de los Simeuse. El senador -un arribista que está al servicio del gobierno con las mismas que sería monárquico si hubiera triunfado el ejército de Condé- se hizo con ella cuando le fue confiscada a sus propietarios (pág. 33). Una vez en el parque de Grondeville, Corentin pregunta a Michu -el administrador de Malin- por los gemelos. Aunque Michu también ha medrado con el cambio de régimen, su fidelidad a la causa de los aristócratas -como se demostrará al final de la historia- es a toda prueba.

            La heredad de los Cinq-Cygne, contigua a las de los Simeuse -sus primos- ha corrido la misma suerte con la Revolución. Michu también es el administrador de lo poco que le han dejado a Laurencia de Cinq-Cygne, la duquesa de Cinq-Cygne, y corre a ponerla sobre aviso pues es ella quien esconde a los gemelos. Tengo la impresión de que el administrador, aunque casado con Marta, "una preciosa rubia de mirada azul, con formas de estatua clásica" (pág. 14), está secretamente enamorado de la duquesita, como a menudo la llama Balzac. Es más, incluso puede decirse que ese amor que inspira al administrador la señorita de Cinq-Cygne es el que siente el autor por su personaje, expresión a su vez de la admiración que sintió por todas las damas del gran mundo en la vida real.

            Cuando al cabo de esas cien páginas los Simeuse consiguen escapar, Corentin da a entender a Michu que se vengará de él.

            Dos años después, todo parece olvidado. La duquesa, convertida en la mujer más admirada de la localidad, se debate entre a cual de sus primos conceder su mano. Pero estos son detenidos junto a Michu y otro afecto a los viejos blasones: Adrien de Hauteserre. Se les acusa de haber secuestrado al senador Malin.

            En realidad, el secuestro de Malin obedece a una orden del temido Fouché de quien Corentin -según nos da a entender Balzac en Esplendores y miserias...- es hijo natural. Creador del ministerio del interior francés y del espionaje moderno, Joseph Fouché fue un personaje real, quien envió a la guillotina a Robespierre, ni más ni menos. Capaz de urdir intrigas y desenmascáralas él mismo para agrado del poder, Malin estaba al corriente de una conjura contra Napoleón -en la que participó Fouché- en caso de que, tiempo atrás, el emperador hubiese regresado a París derrotado tras la batalla de Marengo. Como Napoleón sigue al frente del imperio y Fouché es el jefe de su policía, el pérfido Fouché organiza el secuestro de Malin tras asaltar Grondeville y hacerse en la operación con cuantos documentos le comprometen en la vieja conspiración. Corentin entonces decide poner en marcha su desquite y culpa de ello a quienes se la jugaron años atrás, como ya dejó entrever en su momento.

            Con Michu y los aristócratas detenidos, Corentin tiende una celada a la mujer de aquél, Marta, la preciosa rubia de mirada azul. El engaño consiste en enviarle una nota, haciéndola pasar por un autógrafo de Michu, en la que le pide que lleve comida al senador a la cueva donde lo mantienen secuestrado. Se trata de un escondite utilizado por los aristócratas en el primer capítulo, un lugar, por lo tanto, conocido por todos. Marta, en efecto, lleva comida al cautivo. Malin reconoce las manos de la mujer de su administrador y, por más que Michu aseguré en el proceso que jamás escribió el billete a su mujer, será la prueba concluyente.

            Condenados todos a muerte, la duquesita, ni corta ni perezosa, no duda en visitar a Napoleón en la víspera de la batalla de Jena. Aunque obtiene el perdón para sus primos, apenas se les libera reciben la orden de incorporarse a una unidad que parte al punto para el frente en una omisión suicida. Allí es, en efecto, donde los dos mueren por Francia. Son por lo tanto como esos treinta mil inocentes, de los que habla Napoleón en la noche que precede a la batlla, con cuya muerte cuenta al día siguiente. Es uno de los fragmentos que más me han impresionado (pág. 203).

            Michu irá a la guillotina andando y tan dignamente como si también hubiera sido uno de esos aristócratas por cuya causa va a morir. Ha tenido el honor de besar a la duquesa en las mejillas y con eso le basta en pago a su sacrificio.

           Muchos años después, tras la restauración borbónica, que a la duquesa de Cinq-Cygne la coge tarde, siendo ya una mujer sin ímpetus y casada con Adrien de Hauteserre, el asunto tenebroso se explica en esa reunión en casa de la princesa Cadignan ya aludida (pág. 209)

            Siendo el caso que en otro tiempo y en otro lugar -la Turena de 1800-, el asunto tenebroso -uno de los muchos urdidos por Fouché- fue verdad y que el maestro se limita a introducir unos personajes ficticios -que reproducen la experiencia de los verdaderos-, esta pieza está considerada la primera novela histórica. A este respecto cabría apostillar esas propuestas de Walter Scott que tanto gustaban al propio Balzac. Por ejemplo: Ivanhoe (1809).

            También suele alabarse el tono elegiaco con el que el maestro nos presenta a la aristocracia asistiendo a su crepúsculo. Ante la burguesía emergente con sus cicaterías, los emigrados son como unos caballeros andantes a la usanza de la Edad Media. Supongo que se debe a la fascinación que la nobleza ejercía sobre Balzac y sobre todos los burgueses que, como él, soñaron con un título nobiliario que les redimiera socialmente. Desde este punto de vista, también hay mucho del novelista en Michu.

 

            A mi juicio, el principal mérito de esta seudoficción consiste demostrarnos algo que yo imagino desde hace mucho tiempo: quien molesta a quienes ostentan el poder siempre acaba condenando. Si no hay cometido crimen alguno, se le enjareta uno ajeno. Es más, las leyes están escritas al servicio del poder.

Publicado el 19 de junio de 2015 a las 23:45.

añadir a meneame  añadir a freski  añadir a delicious  añadir a digg  añadir a technorati  añadir a yahoo  compartir en facebook  twittear  votar

Comentarios - 1

1 | María Pilar - 22/6/2024 - 23:05

Lo estoy leyendo ahora, pero me está costando un poco. No me gusta dejar libros a mitad, y llegó un punto en que me di cuenta de que estaba atrapada por la historia, aunque un poco mareada por tantos nombres -unos reales, otros creados por el autor-y pérdida en el período histórico.
He tenido que refrescar esa época, y buscar la biografía de Balzac, porque me ha sorprendido la devoción a esa nobleza que ya estaba pasada de moda en el momento en que tiene lugar la historia.
Algunos personajes no han resistido el paso del tiempo, pero me está pareciendo una gran novela.

Tu comentario

NORMAS

  • - Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
  • - Toda alusión personal injuriosa será automáticamente borrada.
  • - No está permitido hacer comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • - Gente Digital no se hace responsable de las opiniones publicadas.
  • - No está permito incluir código HTML.

* Campos obligatorios

Javier Memba

Javier Memba

            Periodista con más de cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978-, Javier Memba (Madrid, 1959) fue colaborador habitual del diario EL MUNDO entre junio de 1990 y febrero de 2020. Actualmente lo es en Zenda Libros. Estudioso del cine antiguo, en todos los medios donde ha publicado sus cientos de piezas ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción-, La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008).

 

            Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014) fue un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada. Por su parte, David Lynch, el onirismo de la modernidad (2017), fue un estudio de la filmografía de este cineasta. El cine negro español (2020) es su última publicación hasta la fecha.  

 


 

          

 

Miniatura no disponible

 

Javier Memba en 2009

 

Javier Memba en 1988

 

Javier Memba en 1987

 

1996

 

 

Javier Memba en la librería Shakespeare & Co. de París

 

 

 

 

Imagen

 

 

COMPRAR EN KINDLE:

 

 

 

contador de visitas en mi web



 

 

Enlaces

-La linterna mágica

-Unas palabras sobre Vida en sombras

-Unas palabras sobre La torre de los siete jorobados

-50 años de la Nouvelle Vague en Días de cine

-David Lynch, el onirismo de la modernidad en Radio 3

-Unas palabras sobre Casablanca en Telemadrid

-Unas palabras sobre Tintín en Cuatro TV

 

 

ALGUNOS ARTÍCULOS:

Malditos, heterodoxos y alucinados de la gran pantalla

Nuevos momentos estelares de la humanidad

Chicas yeyés

Chicas de ayer

Prólogo al nº 4 de la revista "Flamme" de la Universidad de Limoges

Destinos literarios

Sobre La naranja mecánica

Mi tributo al gran Chris Marker

El otro Borau

Bohemia del 89

Unos apuntes sobre las distopías

Elogio de Richard Matheson

En memoria de Bernadette Lafont

Homenaje al gran Jean-Pierre Melville

Los amores de Édith

Unos apuntes sobre La reina Margot

Tributo a Yasujiro Ozu con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento

Muere Henry Miller

Unos apuntes sobre dos cintas actuales

Las legendarias chicas de los Stones

Unos apuntes sobre el "peplum"

El cine soviético del deshielo

El operador que nos devolvió el blanco y negro

Más real que Homeland

El cine de la Gran Guerra

Del porno a la pantalla comercial

Formentera cinema

Edward Hopper en estado puro

El cine de terror de los años 70

Mi tributo a Lauren Bacall

Mi tributo a Jean Renoir

Una entrevista a Lee Child

Una entrevista a William McLivanney 

Novelistas japonesas

Treinta años de Malevaje

Las grandes rediciones del cómic franco-belga

El estigma de La campana del infierno

Una reedición de Dalton Trumbo

75 años de un canto a la esperanza

Un siglo de El nacimiento de una nación

60 años de Semilla de maldad

Sobre las adaptaciones de Vicente Aranda

Regreso al futuro, treinta años después 

La otra cabeza de Murnau

Un tributo a las actrices de mi adolescencia

Cineastas españoles en Francia

El primer surrealista

La traba como materia literaria

La ilustración infantil de los años 70

Una exposición sobre la UFA

La musa de John Ford

Los icebergs de Jorge Fin

Un recorrido por los cineastas/novelistas -y viceversa-

Ettore Scola

Mi tributo a Jacques Rivette

Una película a la altura de la novela en que se basa

Mi tributo a James Cagney en el trigésimo aniversario de su fallecimiento

Recordando a Audrey Hepburn

El rey de los mamporros

Una guía clásica de la ciencia ficción

Musas de grandes canciones

Memorias de la España del tebeo

70 años de la revista Tintín

Ediciones JC regresa a sus orígenes

Seis claves para entender a Hergé

La chica del "Drácula" español

La primera princesa de la lejana galaxia

El primer Tintín coloreado

Paloma Chamorro: el fin de "La edad de oro"

Una entrevista a la fotógrafa Vanessa Winship

Una recuperación del Instituto Murnau

Heroínas de la revolución sexual

Muere George A. Romero

Un mito del cine francés

Semblanza de Basilio Martín Patino

Malevaje en la Gran Vía

Entrevista a Benjamin Black

Un circunloquio sobre la provocación

Una nueva aventura de Yeruldelgger

Una dama del crimen se despide

Recordando a Peggy Cummins

Un tributo a las yeyés francesas

La última reina del Technicolor

Recordando a John Gavin

Las referencias de La forma del agua

El Madrid de 1988

La nueva ola checa

Un apunte sobre Nelson Pereira dos Santos

Una simbiosis perfecta

Un maestro del neorrealismo tardío

El inovidable Yellowstone Kelly

Que Dios bendiga a John Ford

Muere Darío Villalba

Los recuerdos sentimentales de Enrique Herreros

Mi tributo a Harlan Ellison

La inglesa que presidió el cine español

La última rubia de Hitchcock

Unos apuntes sobre Neil Simon

Recordando Musicolandia

Una novelista italiana

Recordando a Scott Wilson

Cämilla Lackberg inaugura Getafe Negro

Una conversación entre Läckberg y Silva

El guionista de Dos hombres y un destino

Noir español y hermoso

Noir italiano

Mi tributo al gran Nicholas Roeg

De la Escuela de Barcelona al fantaterror patrio

Recordando a Rosenda Monteros

Unas palabras sobre Andrés Sorel

Farewell to Julia Adams

Corto Maltés vuelve a los quioscos

Un editor veterano

Una entrevista a Wendy Guerra

Continúa el misterio de Leonardo

Los cantos de Maldoror

Un encuentro con Clara Sánchez

Recuerdos de la Feria del Libro

Viajes a la Luna en la ficción

Los pecados de Los cinco

La última copa de Jack Kerouac

Astérix cumple 60 años

Getafe Negro 2019

Un actriz entrañable

Ochenta años de "El sueño eterno"

Sam Spade cumple 90 años

Un western en la España vaciada

Romy Schneider: el triste destino de Sissi

La nínfula maldita

Jean Vigo: el Rimbaud del cine francés

El último vuelo de Lois Lane

Claudio Guerin Hill

Dennis Hopper: El alucinado del Hollywood finisecular

Jean Seberg: la difamada por el FBI

Wener Herzog y la cólera de Dios

Gordad, el gran maese de la heterodoxia cinematográfica

Frances Farmer, la esquizofrénica que halló un inquietante sosiego

El hombre al que gustaba odiar

El gran amor de John Wayne

Iván Zulueta, arrebatado por una imagen efímera

Agnès Varda, entre el feminismo y la memoria

La reina olvidada del noir de los 40

Judy Garland al final del camino de adoquines amarillos

Jonas Mekas, el catalizador del cine independiente estadounidense

El gran Edgar G. Ulmer

La última flapper; la primera it girl

El estigmatizado por Stalin

La controvertida Egeria del Führer

El gran Tod Browning

Una chica de ayer

El niño que perdió su tren eléctrico

La primera chica de Éric Rohmer

El último cadáver bonito

La exnovia de James Dean que no quiso cumplir 40 años

Don Luis Buñuel, "ateo gracias a Dios"

La estrella cuyo fulgor se extinguió en sus depresiones

El gran cara de palo

Sylvia Kristel más allá de Emmanuelle

Roscoe Arbuckle, cuando se acabaron las risas

Laura Antonelli, la reina del softcore que perdió la razón

Nicholas Ray, que nunca volvió a casa

El vuelo más bajo de la princesa Leia Organa

Eloy de la Iglesia y el cine quinqui

Entiérralo con sus botas, su cartuchera y su revólver

La chica sin suerte

Bela Lugosi y la sombría majestuosidad de Drácula

La estrella de triste suerte

La desmesura de Jacques Rivette

Françoise Dorléac

Klaus el loco

Una hippie de los 70

Jean Esustache, entre la Nouvelle Vague y el ascetismo

Nadiuska, un juguete roto

Thea von Harbou

Jesús Franco

David Cronenberg

Sharon Tate, como en un cuento de Sheridan Le Fanu

Un guionista sediento

La reina del fantaterror patrio

Dalton Trumbo y los diez de Hollywood

La primera chica que arrojó una tarta 

El desdichado Hércules contemporáneo

En la tradición familiar

El músico del realismo poético

Otro tributo a la gran Patty Shepard

Elmer Modlin y su extraña familia

Las coproducciones internacionales rodadas en España

Marilyn Monrore y su desesperado último gesto

Un amor más poderosos que la vida

El actor atrapado en sus personajes

Entre el fantasma de su madre y el final del musical

Barbet Schroeder

Amparo Muñoz

Samuel Bronston más alla de Las Rozas

Chantal Akerman

Françoise Hardy 

Un antiguo dogmático

Jane Birkin

Anna Karina, su turbulento amor y el Madison

Sandie Shaw, ya con calzado

El gran Serge Gainsbourg

Entre la niña prodigio y la mujer concienciada

La intérprete de Shakespeare que inspiró a The Rolling Stones

La maleta del capitán Wajda

Val Lewton y su dramatización de la psicología del miedo

La alimaña de Whitechapel

Cristina Galbó

La caravana Donner

Eddie Constantine

Un nuevo curso del tiempo

Rosenda Monteros

Una criatura de la noche

Una carta a Nicolás I

Edison y el 35 mm

Barbara Steele

El felón Esquieu de Floyran acaba con los templarios

Entre Lovecraft y Hitchcock

Tchang Tchong Yen recuerda a Hergé

La musa del ciberpunk

Néstor Majnó

Una leyenda del Madrid finisecular

El rey de la serie B

La primera cosmonauta soviética

Cuando la injuria sucede a la fatalidad

Bajo Ulloa y sus cuentos crueles

La cicerone de los Stones en el infierno 

Nace Toulouse-Lautrec

El París del Charlestón se rinde a Josephine Baker

Nastassja Kinski, la dulce hija del ogro

Un tributo a Sam Peckinpah

La leyenda del London Calling

Fiódor Dostoievski frente al pelotón de fusilamiento

Mi alucinada favorita

El hombre de las mil caras

El 7º de Caballería pierde la gloria

Un recuerdo de Silke

El genocidio camboyano

Peter Bogdanovich

Guy Debord y la sociedad del espectáculo

Un héroe de Iwo Jima 

Lupe Vélez tras el último tequila sunrise

El general Lee

Roman Polanski

Un hampón italoamericano

Jane Fonda en su juventud

Kraken en la Cuesta de Moyano

Josef von Sternberg

The Beatles en The Carvern y en el show de Ed Sullivan

Que la tierra le sea leve a Douglas Trumbull

El último superviviente del hampa de Chicago

Inma de Santis

El Álamo

Una musa insumisa

El malvado Zaroff y un elogio a las revistas pulp

Miles Davis

Un polaco y el amour fou

La Legión extranjera como género literario

Conchita Montenegro

Peter Lorre y su cara de villano

El juez de la horca

Syd Barrett

Kathleen Turner

Una caricatura de la hombría

Eric Clapton

Helga Liné

Butch Cassidy

Carlos Arévalo, un cineasta español

Nace el último bohemio

Pascual García Arano

María Perschy

El Combray de Ingmar Bergman

Carlos Castaneda

Una canción de Neil Young

Un suicida dandi

Hedy Lamarr

Philip K. Dick y sus realidades bastardas

La última mujer fatal

Andréi Tarkovski, otro maldito por la censura soviética

Nace la música de la New Age

"Wie einst" Lili Marleen

Una lectura de Byron en Villa Diodati

Un apostol de la sedición juvenil

Ava en mi ciudad

Rider Haggard

Una entrada para la "Historia universal de la infamia"

La Marguerite Duras cineasta

Gallardo y calavera

El hombre que vendió su alma a Elizabeth Taylor

El crímen de Charlotte Corday

Un elogio entusiasta de la urbe

Un ángel caído

Mary Bradbury teme por su vida

Pierre Étaix y su triste gracia

El mejor verano de los Rolling

María Rosa Salgado y su conmovedora discrección

La valentía de Ramón Acín

Sylvie Vartan

La cruz de Malta de Wim Wenders

La epifanía de Louis Daguerre

Carroll Baker

Marie Laforêt y mi amigo Eloy

Eliseo Reclus atisba su quimera

Patty Pravo

Richard Pryor contra sí mismo

Miroslava, una actriz marcada por la fatalidad

France Gall y el doble sentido

Robert Bresson y el cine puro

La gesta de Alekséi Stajánov

Nace el Rimbaud del Rock & Roll seminal

Dominique Dunne, una filmografía que se quedó en el aire

Un actor vampirizado por un personaje

Tolkien publica El Hobbit

La segunda musa de Godard

John Dos Passos entra en la eternidad

Alain Resnais, el cine de la memoria

Una musa del filme noir

El cadáver de Nancy Spungen en el Chelsea Hotel

La historia de Bobby Driscoll

Un icono del feminismo

Recordando a Tina Aumont

Colgaron a Gilles de Rais

Dario Argento

Nico en el cine

Dylan Thomas en su último trance

Brigitte Helm

Un punkie en la Disney 

Nace Billy el Niño

The Wall

Tennessee Williams

Vivien Leigh

Kazuo Sakamaki salva la vida en Pearl Harbor

El proscrito de la Escuela de Barcelona 

47 hombres de honor

Charlotte Rampling

La incomunicabilità del gran MIchelangelo Antonioni

F. Scott Fitzgerald

Un pilar del cómic estadounidense

Juliet Berto

Erik, el fantasma de la Ópera

Una comedia francesa

Un pesimista alegre

Una mirada indolente a la derrota 

Sender en Casas Viejas

Kipling en su último momento

Los hermanos Marx

Puente sobre aguas turbulentas

Anouk Aimée

Mary Shelley

Quentin Tarantino

Neal Cassady 

Natalie Wood

La heterodoxia de Ermanno Olmi

Fu-Manchú

Stefan Zweig pone fin a sus días

 

 

 

 

 

 

EN TU MAIL

Recibe los blogs de Gente en tu email

Introduce tu correo electrónico:

FeedBurner

Archivo

Grupo de información GENTE · el líder nacional en prensa semanal gratuita según PGD-OJD